Full Participation: The True Potential of People with Disabilities By Alejandra Sanchez
- Alejandra Sanchez
- Jun 26
- 3 min read
In a truly inclusive society, the participation of people with disabilities should not be seen as a favor or a concession, but as a fundamental right and a source of enrichment for the whole community. Here in the Rio Grande Valley, there are countless examples of people with disabilities who excel in professional, educational, social, recreational, and spiritual spaces. This is not something extraordinary; it is the natural result of being welcomed and included with respect.
But true inclusion doesn’t happen only at the personal or family level. It is a social and political commitment. It is urgent that the decisions affecting the community — from urban development and transportation changes, to workspaces, recreation, and public communication — be designed and implemented with the active participation of people with disabilities. Not as spectators, but as protagonists. Because nothing about us should be decided without us.
Proper training for people who work in public services, customer service, and transportation is a key part of this change. It’s not just about being kind — it’s about understanding and respecting each person’s abilities. Treating people with disabilities as adults, with dignity and consideration, is not charity — it’s basic education.
Inclusion begins at home, yes — but it is strengthened in schools, media, politics, and the streets. Our public spaces must be accessible: safe sidewalks, audible traffic lights, adequate crossings, readable signs, and services that communicate with everyone. Accessibility is not a luxury; it’s justice.
People with disabilities should not have to constantly prove that they are capable. Simply being present, participating, and being valued as we are should be enough. It is exhausting to feel watched under a magnifying glass, as if a human mistake — like the ones we all make — were proof of incompetence.
Change starts from within, but it becomes real through education, community commitment, and serious public policy. Inclusion is not a distant goal — it is a task for today.
En una sociedad verdaderamente inclusiva, la participación de las personas con discapacidad no debe verse como un favor o una concesión, sino como un derecho fundamental y una fuente de enriquecimiento para toda la comunidad. Aquí en el Valle del Río Grande, hay incontables ejemplos de personas con discapacidad que se destacan en los ámbitos profesional, educativo, social, recreativo y espiritual. Esto no es algo extraordinario; es el resultado natural de ser recibidos e incluidos con respeto.
Pero la inclusión real no ocurre solo a nivel personal o familiar. Es un compromiso social y político. Es urgente que las decisiones que afectan a la comunidad —desde el desarrollo urbano y los cambios en el transporte, hasta los espacios de trabajo, recreación y la comunicación pública— se diseñen y ejecuten con la participación activa de las personas con discapacidad. No como espectadores, sino como protagonistas. Porque nada sobre nosotros debe decidirse sin nosotros.
La capacitación adecuada de quienes trabajan en servicios públicos, atención al cliente y transporte es una parte clave de este cambio. No se trata solo de ser amables; se trata de comprender y respetar las capacidades de cada persona. Tratar a las personas con discapacidad como adultos, con dignidad y consideración, no es caridad; es educación básica.
La inclusión comienza en el hogar, sí, pero se fortalece en la escuela, en los medios, en la política y en la calle. Nuestros espacios públicos deben ser accesibles: banquetas seguras, semáforos auditivos, cruces adecuados, señales comprensibles y servicios que comuniquen con todos. La accesibilidad no es un lujo; es justicia.
Las personas con discapacidad no deberían tener que demostrar constantemente que son capaces. Estar presentes, participar y ser valorados tal como somos debería ser suficiente. Es agotador sentirse observado con lupa, como si un error humano —como los que todos cometemos— fuera una prueba de incapacidad.
El cambio comienza desde adentro, pero se concreta con educación, compromiso comunitario y políticas públicas serias. La inclusión no es una meta lejana; es una tarea de hoy.


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